Hasta hace muy pocos meses no había escuchado nunca el término "hands off". Cosas de la motivación para investigar y el espíritu crítico que fomentaban en mi escuela cuando yo estudié la carrera. Siempre he sido muy mecanicista, pero en muchas ocasiones era consciente de que no era suficiente, que multitud de situaciones no se explicaban únicamente por un fallo "mecánico", y que otros razonamientos fallaban en su sustento científico más básico.
Fui profundizando, en la medida de mis modestas capacidades investigadoras (bueno, lo dicho acerca del espíritu crítico que nos inculcaban abarcaba una nula formación sobre cómo buscar evidencia científica), acerca de conceptos como sensibilización central, y gracias a la comunidad 2.0 conocí a los chicos de la
SEFID y tuve la oportunidad de ir al congreso que organizaron en Alcalá. Aunque los conceptos comenzaron a quedarme cada vez más claros, siempre me encontraba el mismo muro: mis pacientes no aceptaban lo que intentaba inculcarles, e interpretaban que yo les decía que su dolor era inventado por ellos.
Ojalá hubiera tenido a mano la gran frase que el amigo
@arturosuch publicó el otro día en twitter:
Esto no significa que el dolor no sea real, sino que no se produce debido a un estímulo doloroso.
A pesar de todo ello, muchas veces había tratado a mis pacientes, especialmente en lesiones de rodilla y tobillo de larga duración, a base de ejercicios propioceptivos sin ponerles una mano encima. Utilizaba el camino correcto pero con las justificaciones equivocadas, y quizás por ello los resultados no siempre eran todo lo positivos que cabría esperar: ¿si las expectativas del paciente son importantes a la hora de que un tratamiento funcione, el hecho de que tus razonamientos no sean todo lo sólidos que debieran puede provocar que dicho tratamiento no sea 100% eficaz?
Afortunadamente, a mediados de enero apareció un paciente con un diagnóstico... bueno, sin diagnóstico realmente, porque sus manifestaciones clínicas eran tan difusas que los médicos se habían despachado con una "gonalgia", tras intervenirlo "para ver que encontramos" y extraerle una supuesta plica. Yo no podía definir su problema más que con un
síndrome femoropatelar, ese
cajón de sastre que tan bien explica el Dr. Pablo Codesido, pero más por asignarle una etiqueta que por otra cosa: estudiando sus signos y síntomas, sólo saqué dos cosas en claro: tenía más miedo que (como se dice por aquí) siete viejas a hacer cualquier gesto con la rodilla, y un sistema propioceptivo totalmente "muerto" debido a la inactividad.

Así que comencé un tratamiento basado en, sobre todo, ejercicios propioceptivos (no, no he utilizado nunca el plato ni la tabla) y, gracias a lo aprendido en el congreso de la SEFID, a ir realizando, en entornos controlados, aquellas actividades a las que tenía pánico, que eran prácticamente todas: tenía miedo incluso a estar sentado jugando a la videoconsola, sin poder olvidarse ni un sólo instante de la rodilla. Todo ello acompañado de explicaciones sobre qué es la sensibilización central para que entendiese el por qué del tratamiento, pues sus expectativas eran las clásicas: masajes, movilizaciones...
El balance, tras más de cuatro meses de tratamiento en los que la dificultad de los ejercicios y la complejidad de mis explicaciones fue en aumento, es muy positivo, y el paciente, tras estar tres años de baja, ha vuelto al trabajo con casi total normalidad: tan sólo necesitó un VNM de "recentraje rotuliano" los primeros días. Sabía perfectamente que no era necesario, pues había comprendido la naturaleza de su dolor, pero le hacía "sentirse mejor". Sin embargo, la experiencia en este tipo de tratamiento me deja algunas reflexiones en el aire acerca de esta revolución en cuanto al dolor crónico.
La primera es la dificultad de hacernos escuchar por nuestro paciente: no todos los pacientes están abiertos a aceptar este tipo de planteamientos, y generan respuestas del tipo "yo no me lo estoy inventando", o "¿entonces es psicológico?". Yo no sé vosotros, pero yo aún no estoy en disposición de "elegir" a mis pacientes (cuando haya inventado un sistema de tratamiento pseudocientífico revolucionario y sea rico hablamos), y si ellos no aceptan o entienden mis argumentos, es imposible llevar a efecto un tratamiento hands-off con éxito. Y, como profesional y como "empresario", mis pacientes/clientes me exigen resultados.
Otra punto a tener en cuenta es que pienso que, en casi todos los pacientes, los problemas que se nos presentan son multicausales. Por tanto, un tratamiento exclusivamente hands-off será casi siempre incompleto. La educación con respecto al dolor crónico es, como cualquier técnica, una herramienta más que tenemos para el manejo y tratamiento de la lesión, con el fin de la desaparición de la misma. Como ya se ha comentado en algún blog, no nos podemos ahora volver unos "talibanes" del cerebro olvidando la estructura. Sé que es muy tentador escuchando hablar a determinados monstruos de la fisioterapia y la neurociencia, pero integrémoslo en lo que ya sabemos, y no desechemos lo demás.
Por último, como curiosidad, decir que me ha producido un sentimiento contradictorio el trabajar "sin manos". Por un lado es muy satisfactorio lograr resultados integrando nuevos aprendizajes, sobre todo basándote en ciencia y no en palabrerías. Pero por otro lado me ha dejado la sensación de que la mayor parte del mérito es del paciente, por su saber escuchar, por abrir su mente y ser capaz de razonar que hay algo más allá de lo que la cultura nos ha enseñado.
Espero no haberos aburrido mucho con mi primera entrada, que al final se ha convertido más en una autorreflexión que en otra cosa. Espero vuestros comentarios. Bienvenidos.
PD: Quiero dar las gracias a todos los fisios 2.0 que me habéis ayudado a abrir este blog con vuestros ánimos y consejos, sobre todo a @di_berti_da, @carcasor y @fisioaso, ellos saben por qué.
Y, por supuesto, dar las gracias a mi señora que me estará viendo, y que soporta estoicamente que le dedique al internete horas que por derecho le pertenecen.